Se levanta, se ducha a toda prisa y se pone dos lentillas del ojo izquierdo, pero no se da cuenta y no se explica por qué ve borroso mientras deambula por el salón. El café rebosa de la cafetera italiana como si fuera una eyaculación precoz. Se activa la repetición de la alarma del despertador por tercera vez pero está demasiado ocupado en resolver la precocidad de la cafetera. Sigue viendo borroso, aunque cree que no lo suficiente como para confundirse también al ponerse los zapatos. Coge las llaves y apresuradamente se va. Sigue sin saber por qué ve borroso y sabe perfectamente que hoy será un mal día. Al rato, de camino al trabajo, se mira los zapatos.
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Ummmm… Curioso… A mi me pasó más de una vez lo de ponerme dos lentillas en un mismo ojo. La prinera vez monté la de dios, porque pensé que me había quedado ciega y en medio del ataque de pánico me estampé con la puerta del baño, con tan mala suerte que me clavé el canto en el ojo sin lentillas y cai al suelo no sin antes de que mi pómulo derecho tropezase con el bidé.
Pero aprendí la lección; las siguientes sólo me puse un poco melodramática delante del espejo. Como la vida misma.