Las turgencias generalmente conducen a urgencias en el sexo masculino. Ve a alguien contoneándose en la calle, como si de una maggiorata se tratara, y el hombre pierde su sentido y le entra la urgencia. La razón pierde su autonomía y pasa a estar al servicio de las turgencias, de las curvas infinitas y de las piernas con medias negras en una calle del centro de Nápoles.
A veces también sucede que las urgencias pueden devenir en turgencias, en la búsqueda de las mismas, en no encontrarlas y en hallarse en la desesperación y el dolor extremo que a veces es capaz de alcanzar el amor, con esa sensación de nostalgia solo comparable al cénit de un día de resaca también extrema, abandonado a tu suerte, con el salón y el estómago revuelto y los restos de vodka barato todavía presentes en el paladar, en la funda del sofá y en el suelo de tu casa.
Pero cuando las urgencias y las turgencias coinciden, los días son soleados, los polvos son tiernos y el vodka se convierte en vino tinto.