– Tienes pies de leñador
Le dijo ella mientras acariciaba su pie derecho, tumbados en el sofá, bajo la ventana. Su caricia se acercaba más a las cosquillas que al masaje
– Gracias- sonrió.
– ¿Gracias por qué?
– No lo sé, para mí es un halago
– ¿Te gustan los leñadores?
– No lo sé, no he conocido a ninguno. Y menos he visto sus pies.
– Deberías echarte crema. Se te van a agrietar
– Déjalo, me gustan así.
Hacía frío. Fuera, empezaba a nevar.
Estoy al lado de la barra, me reconocerás por mi camisa de paño a cuadros rojos y blancos!
¡Una escena muy acogedora! brrr qué frío