Adúltero

Era tal su estado de inquietud que se puso a mirar por la ventana. Ve a una prostituta con labios insurgentes y pechos tímidos, quizá enfadada por no haberlos sabido ofrecer la vida que hubieran merecido. Ve a un niño jugando con un balón que no es suyo. A un viejo con bastón. Un grupo de gitanos rumanos está discutiendo a gritos. Una moto está a punto de empotrarse con un coche que se había saltado el semáforo en rojo. Un hombre con muñones, en el suelo,  sostiene un cartel, con un vaso de plástico haciendo sonar monedas de un céntimo. Un gato cruza el paso de cebra. Una mujer se mueve voluptuosamente alardeando de unas caderas que no tiene porque lo vio en una película francesa y un viejo se vuelve para mirarla. Ve a un enclenque perro y a su amo, y el perro morirá dos semanas más tarde y el amo irá detrás de él, aunque él aún no lo sabe.

Llamaron a la puerta, esperaba al camello, dos gramos de cocaína adulterada, como siempre, le gusta, lo prefiere.

Saca la cartera, paga, se despide, vuelve a abrir la ventana, y lo mira todo, otra vez, tranquilo, feliz, en paz.

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