Desperfectos

–          Últimamente la noche no me ofrece más que desperfectos- me dijo mientras se fumaba un cigarrillo tumbaba en su cama, sin más ropa encima que unas minúsculas braguitas violetas, un poco chillonas para mi gusto.

–          ¿Entonces yo para ti que soy entonces, un desperfecto más que te has encontrado en una noche como esta?- pregunté.

Dio una larga calada al cigarro mientras tarareaba una antigua canción de Tom Waits que sonaba en la radio.

–          No: tú no eres un desperfecto. Ni tampoco lo contrario. Eres parte de lo que hay, de lo que pasa en la vida. Todo el rato, las personas, la gente, todo el mundo se está encontrando y separando. Podrías no haber estado esta noche en el bar. Podría haber estado otra persona. En el fondo no eres más que una consecuencia- sentenció mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero de la mesilla de noche.

El reloj marcaba más de las 5 de la madrugada y la borrachera se tornaba en resaca. Y esta chica de ojos verdes y melena lánguida y fría, aparentemente simplona, me hablaba ahora de que yo era una consecuencia, una consecuencia y quizá un desperfecto a la vez, nada menos.

Me levanté de la cama en dirección al servicio y oriné. Mientras lo hacía y trataba a la vez de no salpicar la tapa del váter y de que no se oyera el ruido del líquido contra el agua, tarareaba la canción del viejo Waits.

–          ¿O sea que entonces yo soy un cualquiera que te has encontrado por ahí, no?- grité desde el baño.

–          ¿Qué quieres decir con un cualquiera, exactamente? Claro que no eres un cualquiera. Joder. Mira que los tíos sois complicados a veces. O sólo queréis follar o queréis que un polvo se convierta en la cosa más especial del mundo. Y luego decís que no os gustan las comedias románticas. Si es que en el fondo es mentira eso de que sólo queréis follar.

Tiré de la cadena, me lavé las manos, y entré en la habitación.

–          ¿Sabes qué? Odio las comedias románticas. Prefiero los westerns.

–          Pues anda, ven otra vez a la cama y cállate- me dijo la lánguida rubia mientras me sacaba la lengua haciéndome burla.

Me quité mi ropa interior y le arranqué sus bragas moradas bruscamente.

–          Rubia, ven aquí , que te voy a follar como no he han follado en tu vida- sonreí.

Pero la había mentido: no me gustaban los westerns; y yo no soy ni Clint Eastwood ni Lee Van Cleef ni Gary Cooper. Y es que, de vez en cuando, los desperfectos encontrados en los bares también han de mantener las apariencias.

 

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