Esa mañana de viernes de agosto no tuvo más remedio que cambiar de colonia.
Toda su vida había usado Armani (no Armani Black, Armani Code , Aqua de Gio o Armani queseyó , sino Armani la del bote negro de toda la vida), pero no le quedaban ni unas pocas gotas (de vapor) de su Armani de toda la vida y tuvo que sacar del ostracismo y del armario del baño a Dior Sport.
Que un día la compró en Sephora después de probarla en uno de esos palitos de cartón, recuerda que ese día salió muy mareado de Sephora porque probó unos catorce o quince palitos de cartón impregnados de otros tantos perfumes: Kenzo-Loewe-Allure-Allure Sport- ese casi lo compra- Hugo Boss-Calvin Klein- Armani Black-Adolfo Domínguez- por error se echó también Lady Gaga- Davidoff,-Hermes- Gucci-cosas así,-Solo de Loewe-212-Diesel Fuel for Life,-Fahrenhate– y olió dulzón, a madera, sándalo, a césped, a regaliz negro y rojo, a tierra mojada, a notas suaves, a gominolas de coca cola y huevo frito, mucha personalidad, a pasto de vacas, a pollas en vinagre, este es ideal, fresco como tú, para ti que eres joven, con este follas fijo, chaval, échate poco que lo vas a mezclar si lo mueves mucho, azahar, vainilla, mejillones en escabeche, limón, cedro, lima-limón, chocolate con leche, mueve el palito, anda, esta ya no sé ni cuál es, no me extraña, y sonaba un chunda-chunda –chungo en el Sephora que mezclado con las gotas negras de Lady Gaga casi le hace caerse redondo al suelo, y decidió por fin hacer caso a la dependienta bajita y gordita ceñida en negro, que le puso un poco cachondo a pesar de todo, y pensó en llevársela a los probadores quizá debido a las ensoñaciones de tanto olor simultáneo esparcido por su cuello, antebrazo y muñecas, porque Sephora no tiene probadores, y al final le dijo llévate esta de Dior que va muy bien con tu piel. Y se llevó el botecito de 50 ml de Dior Sport, más que nada por agotamiento y mareos, y la usó una temporada, pero pronto empezó a echar de menos a su Armani de toda la vida, porque Dior Sport era demasiado dulce, so sweet, demasiado dulce para su piel seca y para su cuerpo poco acostumbrado al dulzor y a las notas suaves del Mediterráneo y los calzoncillos ajustados de chulazos morenos.
Enseguida se arrepintió de haber sido infiel a su bote negro y alargado, pero decidió darle una oportunidad a su nueva adquisición, era invierno, qué fresquito hueles, le decían sus compañeras y compañeros de trabajo, has cambiado de colonia, hueles a sándalo y nata montada, pero qué me estás contando, y empezó a cogerle un odio irracional a su fragancia, pero se había gastado setenta euros con cincuenta céntimos, que no era cuestión de tirarlos a la basura, y ese perfume nuevo y dulzón le empezó a provocar alergia y estornudos, a repeler, como un compañero pesado de viaje al que de repente coges manía y le tienes que aguantar a tu lado en el avión porque no puedes cambiarte de asiento y además tenéis reserva en el mismo hotel, y lo habéis pagado por adelantado, además, y por Atrápalo, que era un chollo.
Y cuando estaba a punto o bien de tirarse río abajo y romper los cristales del puente de Segovia, porque le quedaba al menos un cuarto de bote de Dior Sport, es decir más de 12 ml., se le apareció la Virgen en forma de madre, que le regaló por su santo un bote nuevo, gigante y austero de Armani clásica: 125 ml de perfección y sobriedad envuelto en un papel aún más sobrio y austero. Casi pegó un salto de alegría: agarró a su madre y le plantó dos besos y un abrazo que no se los saltó un gitano. Ay, hijo, que dulzón hueles, – le dijo su madre apartándose ligeramente.
Y su vida volvió a la normalidad, a la sobriedad, sus compañeras dejaron de decirle que olía a nata montada y abandonó la tonta idea de abalanzarse por el puente de Segovia y esas cosas malditas de los poetas malditos y hipsters desencantados de la vida que esperan sentados en la lavandería de monedas. De repente era feliz, su jefa le adoraba, su novia le quería y bajaba de cinco minutos y medio por minuto en la maratón. Qué más le podía pedir a la vida.
Pasaron los meses, y la felicidad parecía no tener fin, la vida le volvía a sonreír, se duchó para ir al trabajo, se vistió, y antes de salir de casa, como siempre, se miró al espejo y se dispuso a echarse su Armani de siempre. No quedaba. Un intento. Dos. Tres. Flus-flus. Ni una gota, ni una chispa, ni una migaja. Y allí, al fondo del armario con cristales, detrás del Betadine y el alcohol de 96º, escondidos los 12,5 ml. restantes de Dior Sport.
Flus-flus. Dulce. A más no poder. Y con ese calor excesivo y pegajoso de esa mañana de agosto.
Me ha gustado. Trabajé en Sephora y también intoxiqué a muchas personas, pero acertaba; y no por matar los receptores olfativos.
Un saludo!
jaja.. acertabas?? receptores olfativos?? creo q me he perdido 🙂
Igual me he perdido yo, seguramente.
Has cerrado el blog?
Si, no estaba muy contenta con él. Seguiré leyendo tu blog, si me lo permites.
Un saludo!
Claro q sí Lilith! Es un placer tenerte por aquí. Espero q vuelvas pronto a las andadas 🙂 saludos