Abro, con esmero, el pequeño sobre blanco de bordes azules y vierto el contenido del medicamento en un vaso de agua. El agua empieza a cuchichear con sus burbujas, y la espuma avanza como la resaca en la marea.
Dejo que se calme, miro al vaso y, todavía moqueando un poco, disfruto otra vez del polvo efervescente que aquel día te eché en una playa de Almería.
jaajajajajajajajajaja… Me parto! Ciertamente, tus catarros son mucho menos traumáticos que los míos : P Feliz despertar primaveral 🙂