Me refiero a ellos, a esa clase de gente/
A ellos, son los que te rodean/
Y consiguen robarte la voluntad y la alegría tan solo con una mirada sostenida y fútil/
Usando una de esos vistazos tristes y punzantes, tan ensayados/
Miradas más tristes que una mañana de ataúdes blancos/
Gente de boca entreabierta, casi a punto de desprenderse el labio inferior/
Anhelan con temor, quién sabe si por no haber echado un puto polvo decente en tres años o cuatro/
O porque sus hemorroides no les dejan sentarse en la silla por el escozor/
Cosas así, yo qué sé, me es indiferente/
Porque al próximo que me mire así/
Cualquier mañana de estas, le diré dos o tres cosas/
Y sabrá que no se puede ir por la vida esparciendo angustias de ese modo/
Les diré que follen más, les recomendaré una buena crema hemorroidal, y les diré que compren vino bueno en vez de esa mierda del Mercadona de la esquina/
Quizá les recomiende que bailen, que se dejen llevar/
Aunque yo deteste hacerlo, y aunque solo me deje llevar por quien sea capaz de hacerlo/
Y si después de todo eso no me hacen caso/
No me quedará más remedio que acabar con ellos y esparcir sus cenizas en el jardín de los desconsolados/
ese donde los senderos no se bifurcan/
Y donde Mercadona siempre vende vino picado, las hemorroides no tienen cura/
y no se folla en el jamás de los jamases/