Enamorarse de tu asistenta es lo más parecido a un síndrome de Pigmalion que pueda existir. Si además tiene ojos gatunos, modales recios y mirada espartana no puedes hacer nada más que rendirte a sus pies y querer acogerla, quererla, que te cuide, que la cuides y que la beses, con la dulzura que se merece, entre el estropajo y la lejía. Escribir no consiste en escribir sobre lo que sabes ni sobre lo que vives. Escribir consiste en escribir sobre lo que crees que sabes y lo que crees que vives. El amor es enamorarte de tu asistenta un día que nevó. Eso fue al menos lo que me contaron. Del resto, ya ni me acuerdo.