Se despertó con los ojos tan pegados que ni siquiera después de una ducha de agua casi gélida fue capaz de encajarse las lentillas. Apenas había dormido esa noche, no dejaba de darle vueltas a la idea de que si alguna vez volvió con ella fue porque vio el barranco demasiado cerca.
Las vueltas son el alejamiento definitivo, le dijo una vez en un bar una morena de ojos azules y caderas de extrarradio. No la creyó porque nunca creyó en las morenas de ojos azules, ya que sostenía con firmeza que las caderas de extrarradio y el pelo negro debían de ir acompañadas de ojos azabache. Recordó que esa noche la morena de ojos azules se remangó su larga cabellera para él en los baños del bar.
Esa mañana, Manuel, que una vez coronó en solitario la etapa reina y pensó que nadie le quitaría nunca el maillot de lunares, se desayunó con la imagen de Sofía en su lecho, y la de Pantani en los Alpes.
Se preguntó si los retornos serían como hacer la goma . De sobra creía conocer la respuesta. Aun así, cogió el teléfono, buscó en favoritos y esperó pacientemente los tonos mientras sus ojos se despegaban, poco a poco, sin prisa, con calma, como si ellos mismos se hicieran hueco para atisbar los primeros claros. También sabía que las terceras vueltas siempre fueron para los galanes o para los suicidas. Escuchó la voz grave de Sofía al otro lado, y esperó.
Mu guapo. Como siempre. Pero mira a ver si en la tercera línea no falta la palabra «vez» entre «alguna» y «volvió». Un abrazo.
Graciss colega! Las prisas! Luego lo corrijo, un abrazo!