Una vez una buena amiga le advirtió de la importancia de meter bien los bordes al hacer la cama y de lo cardinal que era estirar bien las sábanas.
De cuando en cuando a Marc le sigue asaltando la saudade, a la vez inesperada y previsible, como un aviso de desahucio. Hoy Marc tiene ganas de dejarse caer, aunque en el fondo lo que ansía es que le recojan y que le arrullen al abrigo del sol de finales de otoño. Cual dejavú inoportuno y puñetero, le desasosiega la hija de puta y traicionera saudade. En respuesta a la ofensa lusa, Marc prende a Maria Callas y a La Traviata y abre la ventana de par en par, dejando que pasen sin llamar los retumbos de la vida, esa que hoy aborrece con toda su alma. No sabe si Laia, donde quiera que esté, le estará viendo por un pequeño agujero interestelar, el mismo por el que debía husmear el gran padre omnipresente y omnipotente con el que le aterraban que los curas en el colegio.
Cada vez que arriba la saudade, bebe algo más de la cuenta y fantasea con que coge el teléfono y habla con Laia, le gusta inventar que ella se ríe y se dicen: Cuánto tiempo, Marc. Cuánto tiempo, Laia. Te he echado de menos, se dicen a la vez en su fantasía. Y Laia entra por la ventana, cual guerrera alada de largas piernas, pechos tersos y ojos radiantes. Así es como sucede en los ensueños de Marc cuando le hiere la tristessa. En realidad, todavía espera que algún día vuelva a casa, como si nada hubiera pasado, sin alas ni tersuras, dejando las llaves en la mesa de la entrada y gritando ya estoy aquí, cariño, mientras él prepara la cena y le ofrece un vino tierno y un beso tinto.
Le advirtió también de que no descuidara el colocar cuidadosamente la colcha y cambiar de vez en cuando la funda a las almohadas. De lo contrario, le dijo, se irá con el primero que encuentre que lo haga mejor que tú.
Marc suspira y se acuerda del consejo y la metáfora. Nunca estuvo de acuerdo del todo, pero, por si acaso, hoy tiene la cautela de estirar con fuerza las sábanas, sacudir la colcha, meter bien los bordes, abrir otra botella y brindar con la Callas por lo que pudiera venir.
*Este microcuento es la segunda parte de otro titulado “Marc y Laia” que puede leerse aquí
** La Traviata (La Extraviada) es un drama real e intimista desarrollado enteramente en interiores.