Primavera

De modo que ahí estabas de nuevo. Como los juncos en el río o la jara en el camino. Allí seguían tambien las amapolas y las flores del campo que, como sabes, son las que más me gustan. Hice un ramillete con ellas y te las ofrecí.

– Toma, para que sepas que nunca te olvidé, y no porque no quisiera.

Te ruborizaste y el cobrizo de tu pelo se fundió con el reflejo del sol. Seguía siendo, desde luego, un trigal.

Ha pasado mucho tiempo, me dijo.

Han pasado muchas cosas, repliqué, pero las margaritas siguen donde las dejamos.

En realidad creo que nunca nos fuimos, como el croar de esas ranas de ahí. 

Sonaba un río, y el olor de las gramíneas, y el polen de los olivos.

Todo aquello. Inmóvil, bello, resplandeciente. Bajo el cielo y el fuego de tus pómulos, nos esperaba, de nuevo, la primavera.

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