El hombre del piano

Algunas mañanas, de pie en el vagón del metro,

agacho ligeramente la cabeza y entrecierro los ojos,

esperando intuir en el tren varado enfrente,

la estela de su mirada o las conjeturas de su espalda

El tren prosigue su marcha y me desprendo de los auriculares

esperando a que llegue el chico de todas las mañanas:

ese que hace esas versiones tan bonitas

de Amaral, Ana Belén o Ismael Serrano.

Sonrío con un poco de añoranza,

y pienso en el vagón que se alejó,

antes de dejar una moneda al chico,

que hoy hizo una versión preciosa de El hombre del piano.

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