Me sucede que por las noches te quiero con la alegría de quien sopla un sol radiante,
mas a la madrugada te extraño como un perro a su dueño a la puerta de un hospital:
es por las mañanas cuando más te amo,
acurrucado a tu cintura de avispa hueca de dos colores que acoge mi polvo sahariano.
Las tardes son, en cambio, aburridas:
más si son en domingo y sin fútbol;
es por la noche cuando vuelven los grados Fahrenheit,
cuando vuelven las extrañezas: regresó la amplitud térmica.