Escribía el poeta emeritense Félix Grande, fallecido un 30 de enero de 2014, flamencólogo y gran amigo de Paco de Lucía, ensayista y a la postre mi vecino póstumo del piso de abajo -las placas de sus buzones aún lo delatan para mi inconfesable alegría- , el caso es que decía Grande lo siguiente:
Donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás: el tiempo / habrá hecho sus destrozos, levantando / su muro fronterizo / contra el que la ilusión chocará estupefacta.
En esta noche insomne y con los calores de San Miguel apretando, mas con una sensación otoñal algo espectral en esta habitación que hoy me acoge, me permito el lujo, desde mi posición infinitesimal si no directamente nanométrica, de estar de acuerdo con él (permitiéndome algún matiz, aprovechando que todavía no he mutado en bot) , que para eso es mi vecino.
En esta madrugada sobre la que hoy me apoyo, desvelado, silencioso, triste pero calmado, aún le escucho en vez en cuando, que decía Robe, algún cante jondo, el típico de antes de irse uno al catre con un qüisqui, o dos, para no pensar.
No se debe volver donde uno fue feliz porque ni uno es el mismo, ni el lugar a dónde retorna es el mismo, ni la felicidad se mide de igual forma, ni este puto mundo es el mismo. Será mejor o peor (convengamos juntos: infinitamente peor), pero no es ese el quid de esta cuestión poético -flamenca. No se debe volver porque tus ojos no son los mismos (lo mismo te dio el cambiazo Ángel González, pardillo), tu próstata tampoco es la misma, e incluso se te cae alguna gota de pis; las sillas están cambiadas de sitio y el tapizado ya no ese tan bonito rojo de terciopelo, y además esa felicidad virgen de antaño está ahora más manoseada que los billetes de la caja B del PP o que cualquier otra cosa manoseada que le pueda venir a usted la cabeza: los rifles del rey Emérito o la frase de que «el dinero mejor en el bolsillo del ciudadano que para impuestos». Y luego vas y te operas debajo del puente o en la Clínica de Apu, pelotudo cementerio de choripanes.
Por estas y otras muchas razones, y como sabiamente decía el señor Grande, jamás, jamás se los jamases, pero jamás, hay que volver al lugar donde alguna vez uno fue feliz, aunque fuera absolutamente feliz.
A no ser, claro, que se nos hubiera olvidado algo sumamente importante,algo que sin duda tiraría por tierra todo lo dicho anteriormente.