De Ikea, de los chinos o de Leroy Merlín

Desde la cama veo el halo de las luces solares que se encendieron hace ya algunas horas, cuando la noche. Están incrustadas en la tierra de los maceteros de la terraza. Son esas luces que venden en Ikea o en Leroy Merlín o en los chinos.

Lo de no dormir son casi todo desventajas. Asaltar la nevera y llamar a UberEats son dos de ellas. Tener sueño al día siguiente es de las más evidentes. Escribir desde el móvil a oscuras mientras se está despierto es una de las pocas cosas buenas.

Ayer brindamos varias veces por los cambios de la vida mientras nos reíamos y pensábamos en lo que dan de sí tres años. Jamás pensé que los cambios trajeran tanta felicidad. Siempre fui un poco acojonado con los cambios. Quizá mi padre tuvo algo que ver , quizá no. Dejémoslo estar. Afortunadamente, la edad repara algunas cosas en nuestras cabezas. No todas, porque el que tiene tara tiene tara, y a veces ya es demasiado tarde para según qué.

Acaba de apagarse una de las luces de la terraza. Es la está pinchada en el kalanchoe. Creo que es una señal de que hay que irse a dormir y dejar de asaltar la nevera y de escribir aunque sí sigamos intentando asaltar los cielos, quizá con más realismo y desde el suelo, pero no dejemos de intentarlo. La utopía es la única forma de llegar a los sitios, de quedarse lo más cerca posible de alcanzar el objetivo. Tampoco dejemos de golpear con fuerza nuestras copas sobre la mesa después de imaginar un brindis, ni de levantar el mentón y las cejas y de mirarnos a los ojos y no al móvil, y aunque otros días tengamos ganas de llorar, y aunque a veces lloremos, no nos olvidemos de que todo pasa. Pero lloremos, lloremos lo que haga falta. El otro día lloré mucho cuando preparaba las flores secas para ir a colocarlas a la tumba de mi padre. No suelo llorar, porque no me sale, pero está vez salieron borbotones, intuyo que poco salados. Hace 9 años que murió. Después, ya en el cementerio, silencioso aunque en obras, me quedé a solas con él y le conté unas cuantas cosas importantes. Volví a llorar. Chimpún.

Acaba de apagarse la segunda luz de Ikea o de Leroy Merlín o del chino. La que tenemos puesta en la maceta de la rosa del desierto. Cosa rara, ché. Se me están cerrando los ojos. O al menos eso espero.

Está pasando otra vez el camión de la basura. Debe ser ya bastante tarde.

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