– Por favor, avísame cuando esté a punto de llegar el invierno. Quiero migrar. Como las aves. Avísame cuando se vayan las golondrinas y todo eso. Y regresaré con ellas. O mejor aún. Quiero hibernar.
– Pero las aves no hibernan. Las aves solo migran, como has dicho. Deberías saberlo. Los únicos que hibernan son los animales de sangre caliente. Algunas especies de osos, por ejemplo. O las marmotas. O los hámsteres. O los murciélagos. Y hasta donde yo sé sigues siendo un animal de sangre caliente.
– Pero hay aves que sí hibernan. Leí que la única ave con hibernación comprobada es el Caprimulgus vociferus, un chotacabras de Estados Unidos y América Central. La leyenda dice que es un ave que puede capturar almas. Y el oso en realidad no hiberna. Solo se aletarga
– Pero, lo del chotacabras ese, seguro que una excepción. Y además, no sé de dónde te sacas esas cosas. Lees demasiado. ¿Los hámsteres hibernan? Del mío solo recuerdo que daba vueltas alrededor de la rueda. Y que comía pipas. Pipas para hámster. Pero nunca le ví hibernar.
-Probablemente porque nunca tuviste un hámster que viviera más de un año. No le daba tiempo a hibernar. Solo a dar vueltas a la rueda. Y cuando se moría tu madre te lo cambiaba por otro y ni te enterabas.
– ¿Tú nunca tuviste un hámster?
– Claro que sí. Tuve un hámster, un conejillo de indias, varias tortugas, unos cuantos canarios y hasta dos inseparables. Pero los inseparables viven muchos años.
– ¿Qué les pasó?
– Uno se escapó y el otro murió de pena a los pocos días. Lo ví con mis propios ojos. Es como cuando un anciano muere y su mujer se va con él a las pocas semanas. En el fondo los seres humanos somos como los inseparables.
– ¿Oye y cuándo yo me muera tú te vendrás conmigo?
-Claro que sí. Pero hasta ese momento queda mucho tiempo. De momento déjame hibernar, por favor. Despiértame en primavera.
– Vale. Pero no te mueras, ¿vale?
– Vale
– ¿Lo prometes?
– Lo prometo. Oye.
– Dime
-¿Déjame por aquí unas cuantas mantas, vale? Voy a necesitarlas. Hace mucho frío.