Cuando salió de las duchas de los vestuarios, ella ya no estaba. Recordó la primera vez que la vio, al terminar el entrenamiento, en las viejas gradas, con su pelo cobrizo, la elegancia indolente del Mágico en sus ojos, la picardía de Zico, y el cigarrillo de Cruyff en sus labios. Y se conocieron, y hablaron de música, de amor, de Evasión o Victoria, un poco de Montero Glez y sus relatos futboleros, de Fontanarrosa, del Mundial 82, y del ex condenado, pero sobre todo Pichichi, Paolo Rossi, y de Dino Zoff, el gran Dino Zoff, que era su favorito, hasta conocerle a él, le dijo una vez riéndose, con un rastro de sorna en su gesto.
Y hoy, Celia no le estaba esperando y se acordó de cuando las gradas eran viejas y de cuando él era su portero favorito. Nadie dijo que la vida del arquero fuera fácil.