Y no hay nada más bello que las causas perdidas. Encontrarlas, arrullarlas, cantarlas al oído, acogerlas, follarlas hasta el amanecer, amar hasta el exterminio, hasta que poco a poco.
Sin siquiera darte cuenta, las encuentras, te encontraron, cotidianas, alcanzables y posibles.
Se perdieron en la causa. Y el amor vira a posible y la follas con desidia. Y es entonces, en el sopor de la bruma, cuando vuelves a dejarlas, cuando dejas de quererlas, susurrarlas y follarlas.
Y después de todo.
(…)
La buscarás con ahínco y fe ciega, hasta encontrarla, aún más desvalida, más imposible, más irreal, del todo revolucionaria.