Y el sol entró por la ventana con la fuerza de un caballo corriendo desbocado libre y solo y feliz y ese sol le despertó impertinente pero educado, ese sol que solo podía ser el de un sábado por la mañana, su momento favorito de la semana, preludio del momento en el que todo era posible: se levanta a por una taza de café, los mira desde la puerta, con el leve reflejo del sol en sus caras, y es en ese preciso instante cuando sabe que hoy nada podrá salir mal.
Sábado
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